miércoles, 20 de mayo de 2015

bibliografias









                                                        
                                               Friedrich Wilhelm Nietzsche
(Röcken, actual Alemania, 1844-Weimar, id., 1900) Filósofo alemán, nacionalizado suizo. Su abuelo y su padre fueron pastores protestantes, por lo que se educó en un ambiente religioso. Tras estudiar filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, a los veinticuatro años obtuvo la cátedra extraordinaria de la Universidad de Basilea; pocos años después, sin embargo, abandonó la docencia, decepcionado por el academicismo universitario. En su juventud fue amigo de Richard Wagner, por quien sentía una profunda admiración, aunque más tarde rompería su relación con él.
La vida del filósofo fue volviéndose cada vez más retirada y amarga a medida que avanzaba en edad y se intensificaban los síntomas de su enfermedad, la sífilis. En 1882 pretendió en matrimonio a la poetisa Lou Andreas Salomé, por quien fue rechazado, tras lo cual se recluyó definitivamente en su trabajo. Si bien en la actualidad se reconoce el valor de sus textos con independencia de su atormentada biografía, durante algún tiempo la crítica atribuyó el tono corrosivo de sus escritos a la enfermedad que padecía desde joven y que terminó por ocasionarle la locura.

Los últimos once años de su vida los pasó recluido, primero en un centro de Basilea y más tarde en otro de Naumburg, aunque hoy es evidente que su encierro fue provocado por el desconocimiento de la verdadera naturaleza de su dolencia. Tras su fallecimiento, su hermana manipuló sus escritos, aproximándolos al ideario del movimiento nazi, que no dudó en invocarlos como aval de su ideología; del conjunto de su obra se desprende, sin embargo, la distancia que lo separa de ellos.

Entre las divisiones que se han propuesto para las obras de Nietzsche, quizá la más sincrética sea la que distingue entre un primer período de crítica de la cultura y un segundo período de madurez en que sus obras adquieren un tono más metafísico, al tiempo que se vuelven más aforísticas y herméticas. Si el primer aspecto fue el que más impacto causó en su época, la interpretación posterior, a partir de Heidegger, se ha fijado, sobre todo, en sus últimas obras.
Como crítico de la cultura occidental, Nietzsche considera que su sentido ha sido siempre reprimir la vida (lo dionisíaco) en nombre del racionalismo y de la moral (lo apolíneo); la filosofía, que desde Platón ha transmitido la imagen de un mundo inalterable de esencias, y el cristianismo, que propugna idéntico esencialismo moral, terminan por instaurar una sociedad del resentimiento, en la que el momento presente y la infinita variedad de la vida son anulados en nombre de una vida y un orden ultraterrenos, en los que el hombre alivia su angustia.

Su labor hermenéutica se orienta en este período a mostrar cómo detrás de la racionalidad y la moral occidentales se hallan siempre el prejuicio, el error o la mera sublimación de los impulsos vitales. La «muerte de Dios» que anuncia el filósofo deja al hombre sin la mezquina seguridad de un orden trascendente, y por tanto enfrentado a la lucha de distintas voluntades de poder como único motor y sentido de la existencia. El concepto de voluntad de poder, perteneciente ya a sus obras de madurez, debe interpretarse no tanto en un sentido biológico como hermenéutico: son las distintas versiones del mundo, o formas de vivirlo, las que se enfrentan, y si Nietzsche ataca la sociedad decadente de su tiempo y anuncia la llegada de un superhombre, no se trata de que éste posea en mayor grado la verdad sobre el mundo, sino que su forma de vivirlo contiene mayor valor y capacidad de riesgo.

Otra doctrina que ha dado lugar a numerosas interpretaciones es la del eterno retorno, según la cual la estructura del tiempo sería circular, de modo que cada momento debería repetirse eternamente. Aunque a menudo Nietzsche parece afirmar esta tesis en un sentido literal, ello sería contradictorio con el perspectivismo que domina su pensamiento, y resulta en cualquier caso más sugestivo interpretarlo como la idea regulativa en que debe basarse el superhombre para vivir su existencia de forma plena, sin subterfugios, e instalarse en el momento presente, puesto que si cada momento debe repetirse eternamente, su fin se encuentra tan sólo en sí mismo, y no en el futuro.





















                        Martin Heidegger
Messkirch, Alemania, 1889-Todtnauhaberg, actual Alemania, 1976) Filósofo alemán. Discípulo de Husserl, su indiscutible preminencia dentro de la filosofía continental se ha visto marcada siempre por la polémica, sobre todo la de su adhesión al régimen nacionalsocialista, manifestada en el discurso que pronunció en la toma de posesión de la cátedra en la Universidad de Friburgo (1933). La renuncia a la cátedra, muy poco después de ocuparla, no evitó que en 1945 fuera destituido como docente en Friburgo, tras la ocupación de Alemania por los aliados.
Sólo en el año 1952 se reincorporó, si bien su actividad académica fue ya mucho menos constante. Aunque recibió de algunos de sus discípulos, como Marcuse, la sugerencia insistente de que se retractara públicamente de su discurso de 1933, el filósofo desestimó el consejo y nunca quiso dar explicaciones. Si bien para algunos es imposible abordar su obra sin reservas, la mayoría de filósofos y estudiosos actuales prefieren tomar el trabajo de Heidegger en su sentido estrictamente filosófico, que no resulta menos controvertido. Desde la filosofía analítica, su obra ha sido criticada con dureza, sobre todo por Carnap. Pero el pensamiento heideggeriano también ha suscitado adhesiones entusiastas: así, la filosofía francesa de las décadas de 1960 y 1970 (Derrida, Lévinas, Ricoeur) admiró la capacidad de precisión de su lenguaje, así como su aportación al discurso humanístico.

La obra de Heidegger suele entenderse como separada en dos períodos distintos. El primero viene marcado por Ser y tiempo, obra que, pese a quedar incompleta, plantea buena parte de las ideas centrales de todo su pensamiento. En ella, el autor parte del presupuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser» (aunque la definición de este concepto ocupa toda la obra del autor, y es en cierto sentido imposible), en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en la existencia.

En la comprensión heideggeriana, el hombre es el ente privilegiado al que interrogar por el ser, pues sólo a él «le va» su propio ser, es decir, mantiene una específica relación de reconocimiento con él. La forma específica de ser que corresponde al hombre es el «Ser-ahí» (Dasein), en cuanto se halla en cada caso abocado al mundo, lo cual define al «ser-ahí» como «Ser-en-el-mundo». La distinción de la filosofía moderna, desde Descartes, entre un sujeto encerrado en sí mismo que se enfrenta a un mundo totalmente ajeno es inconsistente para Heidegger: el ser del hombre se define por su relación con el mundo, que es además práctica («ser a-la-mano») antes que teórica («ser ante-los-ojos»).

Estas categorías le sirven para comprender por dónde pasa la diferencia entre una vida auténtica, que reconozca el carácter de «caída» que tiene la existencia, es decir, la imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que olvide el ser en nombre de los entes concretos. La dimensión temporal del ser, en cuanto proyecto del «ser-ahí» y enfrentamiento a la muerte (el ser-ahí es también «ser-para-la-muerte»), sería el otro gran olvido de la filosofía clásica. El esfuerzo de Heidegger por pensar el ser como relación de los entes en el tiempo está en la base del posterior movimiento hermenéutico.

En la segunda etapa de su pensamiento, el filósofo estudia la historia de la metafísica como proceso de olvido del ser, desde Platón, y como caída inevitable en el nihilismo (cuando se piensa el ente tan sólo, éste termina por aparecer vacío). En sus últimas obras, realiza un acercamiento al arte como lugar privilegiado donde se hace presente el ser. Para Heidegger, se hace también necesario rehabilitar los saberes teórico-humanísticos, a fin de mostrar que lo que constituye a todo hombre en cuanto tal no es su capacidad material de alterar el entorno, sino la posibilidad que tiene de hacer el mundo habitable: el hombre debe comprender que no es «el señor del ente sino el pastor del ser» y que «el lenguaje es la casa del ser». Antes que la técnica, el lenguaje, y en general la conciencia (la capacidad de interrogarse del Dasein), son los dos elementos que constituyen al hombre en cuanto existente o, lo que es lo mismo, en cuanto hombre.




































                             Sir Francis Galton
(Duddeston, 1822 - Haslemere, 1911) Antropólogo y geógrafo inglés. Estudió medicina en el hospital de Birmingham, en Londres y en Cambridge. Terminados los estudios en 1844, emprendió -como su primo el gran Charles Darwin, y también como muchos estudiosos ingleses de la época- una larga serie de viajes: en 1845-46 estuvo en Sudáfrica; en 1850 exploró el Damaraland en el sudoeste africano; fruto de tales andanzas fueron dos libros: Explorer in Tropical South Africa (1853) y Arte de viajar (Art of Travel, 1855). En 1860 emprende nuevo viaje, esta vez a España.

Sólo a partir de 1860 se dedica íntegramente a la investigación científica, primero a la meteorología, y en 1863 publica Meteorographica, notable obra en la que se contiene la primera exposición de una teoría de los anticiclones (él es el inventor de este vocablo) y en la que se hace también por primera vez un uso sistemático de mapas meteorológicos. Inspirado por la reciente publicación del Origen de las especies, de Darwin, se dedicó a continuación a la antropología, teoría de la herencia y estadística demográfica, escribiendo sobre tales temas muchos libros, de los cuales los más notables son Hereditary Genius (1869) y La herencia natural (1889).

Mientras su contribución a la teoría de la herencia (leyes de la regresión filial y de la herencia ancestral), que gozaron de mucha popularidad en su tiempo, ha sido modernamente superada por el desarrollo de la genética mendeliana-weismaniana, sus estudios de estadística, por el contrario, dedicados sobre todo a la investigación de las correlaciones de los caracteres cuantitativos, conservan todavía un cierto valor.

Siempre en el campo de la antropología, son también dignos de nota sus estudios sobre las huellas digitales, hechos a finales de siglo. En los últimos años de su vida se preocupó mucho por los problemas de eugenesia, en conexión con sus puntos de vista sociales, esencialmente maltusiano-conservadores. A este problema dedicó muchos escritos, entre los que resalta Essays in Eugenics (1909); antes de morir dejó establecido en su testamento un legado para la fundación en Londres de un instituto destinado al estudio de la eugenesia.
















                                                                         Edmund Husserl

(Prossnitz, hoy Prostejov, actual República Checa, 1859-Friburgo, Alemania, 1938) Filósofo y lógico alemán. Nacido en el seno de una acomodada familia judía, estudió física, matemáticas, astronomía y filosofía en las universidades de Leipzig, Berlín y Viena. En Viena asistió a los cursos que impartía el sociólogo Franz Brentano, quien influiría decisivamente en su formación filosófica. A partir de 1887 fue profesor en Halle, y en Gotinga desde 1906. En 1916 pasó a ser profesor titular de la Universidad de Friburgo, donde ejercería la docencia hasta su jubilación, en 1928.

En sus primeros textos, como Filosofía de la aritmética, obra publicada en 1891, analizó la génesis y el empleo de los símbolos numéricos. Sus escritos propiamente filosóficos comenzaron con la publicación, en 1900-1901, de Investigaciones lógicas, en la cual polemizó con el psicologismo y con la que se abre su pensamiento más original. Su intención era establecer una base epistemológica para la filosofía que la convirtiera en propiamente científica, base que halló en el método que llamó «fenomenológico» y que representa en cierta medida una modernización del trascendentalismo kantiano.

La conciencia (el ego) es la condición de posibilidad de cualquier conocimiento, y tiene la característica de ser «intencional», término tomado de Brentano, según el cual la conciencia es siempre «conciencia de algo», es decir, se refiere a un objeto. La evidencia primera viene dada por esta aparición del objeto a la conciencia, previa a cualquier interpretación subjetiva, y que constituye propiamente la esencia de los objetos. En este sentido, su lema fue volver «a las cosas mismas», aunque en realidad se refiere al objeto que aparece a la conciencia (fenómeno).

En su voluntad de resolver la clásica oposición entre racionalismo y empirismo, lo que propone el filósofo es la superación de una actitud naturalista y psicologista a través de un método por el cual el yo se convierte en espectador desinteresado de sí mismo y es capaz, de este modo, de reconstruir la estructura de la conciencia y el mundo como fenómeno que aparece en ella. La aspiración metodológica de la fenomenología evolucionó hacia una concepción propiamente idealista, según la cual la conciencia es lo que funda tanto el mundo objetivo como la intersubjetividad, esto es, la relación entre las personas, en un intento de sentar una aproximación renovada a la vida y a la independencia moral del sujeto.

Con la llegada del nazismo al poder en 1933, fue apartado de la docencia. Su filosofía se encuentra en la base de la llamada «escuela fenomenológica», de la que partieron Max Scheler y Martin Heidegger, en quien vio a su legítimo continuador, aunque las ideas de éste expuestas en Ser y tiempo motivaron la ruptura entre ambos.


















                                                      Marshall Berman

(Bronx, Nueva York, 1940 – 11 de septiembre de 2013)1 fue un filósofo marxista y escritor estadounidense de origen judío.

Escribió una serie de libros influyentes en la sociología de la cultura tales como "La política de la autenticidad", "Aventuras en el marxismo" pero fue con "Todo lo sólido se desvanece en el aire", considerado uno de los libros más influyentes del siglo XX, que logró reconocimiento internacional. Inspirado en las tesis de Karl Marx, fue creando desde esa base sus ideas sobre modernismo y modernidad donde se entiende la cultura contemporánea como un mito permanentemente recreado, tomando así el enlace temático sugerido por la Escuela crítica acerca de entender la modernidad como irracionalidad contenida en racionalidad y "mito ilustrado". Sin embargo, gran parte de sus impulsos creativos y trabajo intelectual tiene una formación liberal. Eso se ha profundizado desde los años 90, en un marcado seguimiento por el arte visual contemporáneo y su afición reconocida por Nueva York, su ciudad natal, la cual ha estudiado urbanística y culturalmente de manera magistral a lo largo de su vida.

Como muchos pensadores estadounidenses, al estudiar profundamente su país se han encontrado con que los enlaces culturales lo van acercando al sur inconscientemente, tal como sucede de manera análoga con el trabajo intelectual de Harold Bloom a través de su idea de canon. La modernización incompleta latinoamericana, compleja trama híbrida, se encuentra en las mismas manifestaciones culturales estadounidenses que operan como "pasaporte fantasma" a espaldas de Europa; su comprensión sólo puede ser entendida en clave de tragedia.





























                                                        Gianni Vattimo

(Turín, Italia, 4 de enero de 1936) es un importante filósofo italiano, uno de los principales autores del postmodernismo y considerado el filósofo del pensamiento débil. Seguidor de la corriente hermenéutica en filosofía, y discípulo de Hans-Georg Gadamer. También se ha desempeñado en política.

Estudió filosofía en la Universidad de Turín y posteriormente en la de Heidelberg. En 1964 inicia la docencia de estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Turín. Claramente influido por Heidegger y Nietzsche, Vattimo ha sido profesor universitario en Los Ángeles y Nueva York. Es, asimismo, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Palermo, la Universidad de La Plata (Argentina), la UNED (España), la Universidad de Buenos Aires (UBA) y las universidades Universidad Inca Garcilaso de la Vega y Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), entre otras, así como miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes. Ha sido colaborador en distintos periódicos italianos. Actualmente es catedrático de Filosofía Teorética en su ciudad natal.

Como político inició su trayectoria en el Partido Radicale, luego en Alleanza per Torino (Olivo) y más tarde en Demócratas de Izquierda en el Parlamento Europeo, formación que abandona en 2004. También es miembro de la dirección nacional de Coordinamento Omosessuale.

Vattimo nació en la era de los nacionalismos, en la época del abandono de la metafísica clásica, la era del horror ante el maquinismo irracional, los campos de concentración, y la bomba atómica. Turín, su lugar natal, es una ciudad italiana marcada por la influencia de Nietzsche, a quien había dado alojamiento y donde le sobrevino el ataque que cesó su producción filosófica. Ese contexto fue su hogar para el estudio de la filosofía, cuyos estudios luego completó en Heidelberg, cuya impronta lo introdujo a la filosofía de Gadamer, sólo bajo cuyo diálogo y honesta rebeldía tiene sentido la obra de lo que hoy son cuarenta años de infatigable trabajo filosófico. Profesor de Estética en la Universidad de Turín desde muy joven, ya en 1961 publicaba El concepto de producción en Aristóteles. Con aun fuerte acento de la influencia de Gadamer, publica dos años después Ser, esencia y lenguaje en Heidegger y, continuando con sus estudios estéticos en la misma orientación, en 1967 publicó Poesía y Ontología.

Varios de sus últimos textos tratan el tema de la religión, entre ellos Creer que se cree, de 1996, Después de la cristiandad, de 2002 y El futuro de la religión, ésta última del 2005. El trágico sentido de la era postmetafísica es reencontrado por Vattimo en relación estrecha con la historia de la religión católica, que pertenece sin duda a la esencia trágica de Europa. Una búsqueda afirmativa, amable con el catolicismo, señalada por su tradición y su concepción de la verdad, desemboca en un auténtico pensamiento religioso, crítico de la Iglesia, pero a su vez su deudor agradecido.

Autor de amplia bibliografía, entre sus obras traducidas al español destacan: Las aventuras de la diferencia (1979), El pensamiento débil (1983), El fin de la modernidad (1985), La sociedad transparente (1989), Ética de la interpretación (1989), Creer que se cree (1996), Diálogos con Nietzsche (2002), y Nihilismo y emancipación (2003).

Para Vattimo, hemos entrado en la postmodernidad, una especie de ‘babel informativa’, donde la comunicación y los medios adquieren un carácter central. La postmodernidad marca la superación de la modernidad dirigida por las concepciones unívocas de los modelos cerrados, de las grandes verdades, de fundamentos consistentes, de la historia como huella unitaria del acontecer. La postmodernidad abre el camino, según Vattimo, a la tolerancia, a la diversidad. Es el paso del pensamiento fuerte, metafísico, de las cosmovisiones filosóficas bien perfiladas, de las creencias verdaderas, al pensamiento débil, a una modalidad de nihilismo débil, a un pasar despreocupado y, por consiguiente, alejado de la acritud existencial. Para Vattimo, las ideas de la postmodernidad y del pensamiento débil están estrechamente relacionadas con el desarrollo del escenario multimedia, con la toma de posición mediática en el nuevo esquema de valores y relaciones.































































                                                 Jean-François Lyotard

(Versalles, 1924 - París, 1998) Filósofo francés. Colaborador del grupo Socialismo o Barbarie, sus obras se encuadran en el freudomarxismo (Discurso, figura, 1971; A partir de Marx y Freud, 1973). Crítico de la razón ilustrada (La condición posmoderna, 1979), es también autor de El entusiasmo (1986).

De formación fenomenológica, después de ejercer como profesor durante algunos años en institutos y de practicar el activismo político y teórico con el grupo Socialismo o Barbarie, impartió clases de filosofía como profesor ayudante en la Sorbona y en la Universidad de Nanterre. En su primera obra, La fenomenología (1954), entabló una polémica con las teorías semióticas y estructuralistas.

Lyotard criticó la supremacía que toda la tradición filosófica occidental desde Platón ha concedido al discurso. En Discurso, figura (1971) mostraba la existencia de un espacio alternativo al discursivo-representativo: se trataba de un espacio figurativo en el que la esencial opacidad de las imágenes que lo constituyen oponía resistencia a cualquier intento de traducirlas en términos discursivos y comunicativos. Esta irreductibilidad de lo figurativo, que emerge con particular energía en el arte moderno, se halla relacionada con la necesidad de una nueva formulación del fenómeno de la modernidad.

A través del análisis de este fenómeno, mediante un pensamiento afirmativo basado en el deseo (Economía libidinal, 1974), se hace explícita su crítica a la teoría de Marx sobre la alienación que produce el capitalismo. De hecho, no se trata de buscar una alternativa única a la constante y progresiva desnaturalización generada por el capital, sino de demostrar cómo, debajo de este último, actúa una economía del deseo que da lugar a varias pulsiones.


Con La condición postmoderna (1979), superó este planteamiento: la época posmoderna se caracteriza por la decadencia de la legitimación de varios niveles de existencia a través de los "grands récits" y por la emergencia de una multiplicidad de lenguajes irreductibles entre sí. A través de la elaboración de una teoría del lenguaje que se basa en la constatación de la inconmensurabilidad de los múltiples juegos lingüísticos, llegó a defender la necesidad de formular una nueva teoría del juicio de valores, partiendo del modelo kantiano. Otros títulos de su producción son A partir de Marx y Freud (1973), Instructions païennes (1977), Au just (1979, en colaboración con Thébaud), El desacuerdo (1983), El entusiasmo (1986) y Moralidades posmodernas (1993).

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